Cuando estás ahí, con la mochila puesta, el sol pegando fuerte y los vehículos que siguen de largo, tenés que pedirle que te lleven a cada uno de los que te cruces.
Si es un camionero, no importa que a veces la ley no lo deje o que pienses que está podrido de cruzarse con mochileros o que su camión es su casa y no deja entrar extraños: tenés que pararlo y pedirle que te lleve. Seguir leyendo A dedo hasta Singapur