¡LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA ISLA DEL CASTIGO DE UGANDA!

Para visitar las islas que hay en el Lago Bunyonyi, al suroeste de Uganda, hay que alquilar una embarcación. Algunas son grandes y a motor. Otras, como la que contratamos nosotros, son simples canoas.

Cuando solicitamos el servicio de canoa nos explican que incluye un conductor y dos remos extra para que todos ayudemos a moverla.

Nuestro capitán se llama Tyson y cuando llega nos promete llevarnos a las islas más interesantes del total de 29 que tiene este lago. Entre la lista, nosotros queremos visitar una sobre la que leímos algo muy impresionante. Se llama la Isla del Castigo y cuando le pedimos a Tyson que nos lleve, nos dice «sí, los voy a llevar a mi isla».

Empezamos el paseo, paramos en una isla con animales y vamos conversando con Tyson. Vive a 10 minutos de canoa del punto donde nos encontramos, aunque los minutos son muy subjetivos según el viento y la calma del lago. «Con viento a favor, pueden ser seis o siete. Con tormenta, podés no llegar», nos explica Tyson.

Seguimos viaje rumbo a la Isla de los Servicios, que no se llama así pero es la isla que tiene la escuela, el liceo y el hospital de la zona, así que muchos la llaman así.

En el camino, las preguntas a Tyson se vuelven más interesantes. Dónde nació, de qué vive, qué sueña, qué quisiera cambiar de su país. Nació ahí, de hecho su apellido es Bunyonyi, igual que el lago. Vive del turismo aunque no le da para mucho, sueña que todos sepan nadar y aunque quisiera cambiar muchas cosas de su país, está feliz y no se queja.

«Entonces sos hijo del Lago», le decimos. «No, soy hijo de la Isla del Castigo», responde. Entonces, le pedimos que nos lleve hasta ahí y de camino nos cuenta la historia.

La Isla del Castigo se llama así porque hasta alrededor de 1945, ahí llevaban a las mujeres que quedaban embarazadas antes del matrimonio. El padre y uno de los hermanos las subían a una canoa, remaban hasta una isla minúscula en la que solo hay pasto y un árbol sin hojas y las dejaban ahí para que murieran de hambre o se ahogaran intentando nadar, algo que prácticamente ninguna sabía hacer.

Si alguien quería ir a rescatarlas podía casarse con ellas, pero nadie lo hacía. O casi nadie, porque el abuelo de Tyson sí lo hizo. Fue a buscar a Mauda a los cinco días que la dejaron y la devolvió a tierra firme. Se casaron, tuvieron seis hijos y uno de sus nietos es Tyson, nuestro guía en el lago.

Hoy se calcula que Mauda fue la última mujer castigada de este modo. Tyson cree que ella tiene entre 90 y 100 años, pero no se sabe porque nunca tuvo documento. Varias décadas después del hecho, ella se reconcilió con su familia, aunque no comparte lo que hicieron ni castigaría así a sus hijas.

Tyson nos remarca varias veces que la mirada sobre este tema cambió mucho desde ese entonces, que esta práctica se dejó de realizar hace mucho y que hoy se recuerda como un castigo inadmisible.

Mientras remamos por este hermoso lago, conversamos con el guía local y conocemos una historia oscura pero, por lo menos, con final feliz.

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