Estamos en Boracay, es cierto. Es un lugar super turístico, también. “Pero los filipinos que trabajan en la isla tienen que vivir en algún lado”, pensamos, y salimos a buscarlos.
El resultado es hospedarnos en una casa de ellos, con las comodidades que tienen ellos y los vecinos que tienen ellos. Vivimos a pocas cuadras de la playa pero en pleno Filipinas. Nuestra casa es la de la tía de los vecinos y la de la prima de los de la casa de al lado.
Llegamos hasta acá preguntando y hace días que el barrio empezó a conocernos. Por eso, jugamos al básquetbol con los muchachos de la zona y comemos en sus casas.
¿En sus casas? Sí, hace unos días andábamos complicados para almorzar porque salimos tarde y no quedaba mucha cosa para elegir, entonces esta familia nos ofreció palitos de cerdo (algo así como brochettes) y aceptamos.
Incluso en los lugares con más extranjeros se puede encontrar la manera de conocer a la gente real de un país. Nos está pasando en Boracay, una de las islas más lindas del mundo según las guías.
Y eso que los autores no conocen a la gente que estamos conociendo nosotros por estos días.
Filipinas tiene muchas caras y la de la amabilidad de su gente es una que se ve a cada rato, que enorgullece a locales y encanta a visitantes.
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