Locuras normales en las calles de Tokio

1 (2)Tokio es locura y sorpresa a cada paso. Barrios de adictos a la tecnología, de fetichistas y de disfrazados; centros de paz, de apuestas y de placer. La capital de Japón es la ciudad más poblada del mundo y no podría ser menos. Bienvenido a Tokio, el lugar en el que las rarezas son normales.

Te parecerá extraño el orden y la limpieza de la ciudad, que tiene la pulcritud de un hospital. Habrás leído que en Tokio metropolitana viven más de 35 millones de personas y no puede ser que todo esté tan prolijo.

Con el correr de las horas y los días verás que la gente anda en bicicleta y la estaciona sin atarla, que a lo sumo le ponen una traba que es muy fácil de vulnerar. Las bicis duermen en la calle cada noche y los robos casi no existen.

Identificarás policías que no portan armas porque son innecesarias para esos niveles de violencia y te sorprenderás al ver a los niños andar solos por las calles, pero el peligro es demasiado menor como para que los padres los acompañen a la escuela.

Primero señalarás un Ferrari estacionado en la calle durante la madrugada y luego dejarás de hacerlo porque habrás visto suficientes como para entender que nadie se preocupa por los robos de autos en Tokio.

Los niveles de seguridad de la capital nipona te dejarán shockeado y te parecerán más propios de pueblos habitados por unas pocas familias que de esta megaciudad, pero todas estas rarezas son normales en Tokio.

Decime si viajás a Tokio y no te impacta el silencio y la tranquilidad que se vive en la mayoría de las calles de la ciudad. Los encargados de que eso ocurra son autos modernos que casi no suenan, gente ordenada, tranquila y muy paciente que no usa las bocinas y habla muy bajito.

El ruido solo habita en el inframundo del metro, donde ocho millones de tokiotas intentan llegar a sus trabajos cada día. Corren, se empujan (a veces son empujados por funcionarios que los ayudan a no quedar fuera del vagón), se aprietan y viajan, de estación en estación, para mover al país. Si usás este medio de transporte entre las 7:30 y las 8:30 o de 17 a 18 entenderás la frase «donde entra uno, entran dos». Tokio es tranquilidad arriba pero demencia bajo tierra.

Disfrutarás la puntualidad extrema de sus trenes, salvo que coincidas desafortunadamente con un suicidio. Hace ya varios años que algunos japoneses optan por quitarse la vida con un salto a las vías del tren y el problema se generalizó de tal modo, que los costos de dejar al sistema en funcionamiento nuevamente corren por cuenta de la familia del suicida. Te parecerá una locura pero eso es normal en la capital de Japón.

Llegarás al cruce de cinco avenidas en el barrio Shibuya y verás una marea de gente que circula en todas las direcciones, como si fueran hormigas escapando de un gigante. Se trata de la intersección de calles más atravesada del mundo, por la que pasan más de un millón de personas al día.

Igual de apretado estarás en la calle Takeshita, el callejón principal del barrio Harajuku, punto de encuentro y desfile de los habitantes más extraños de la ciudad. Gente disfrazada en homenaje a personajes muy raros de las series e historietas japonesas se pasea y mira productos, que no siempre se entiende para qué son. Los 350 metros que tiene Takeshita cuentan con sus propias reglas de circulación: contra la izquierda si vas en bajada y por la derecha si venís en subida. Curioso, ¿no? En Tokio es común.

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Los jardines japoneses de Tokio, símbolo del país

Quizá te des vuelta a buscar de dónde sale ese sonido que aturde y lo que vas a encontrar se llama «pachinko», una especie de casino legal en un país donde el juego por dinero es ilegal. La mafia japonesa encontró un hueco en las normas para construir estos edificios muy parecidos al infierno: muchísimo ruido, demasiado color, luces que encandilan y casi toda la gente fumando un cigarro tras otro. Permanecer ahí por varios minutos es muy complicado pero para Tokio, es normal que miles de japoneses pasen muchas horas al día en estos lugares.

Bajarás del metro en la estación Akihabara y sin darte cuenta estarás en la meca de la tecnología, los videojuegos y los fetiches. El barrio al que llegaste se llama igual que la estación y tiene edificios enteros con «maquinitas» pero en casi ninguno de ellos verás niños, porque la mayoría de los adictos son mayores de edad, tienen más de 15 años y no son pocos los que pasan los 40. Las propuestas van desde las típicas «maquinitas-pinza» con las que se intenta agarrar ositos, hasta las más sofisticadas, que te trasladan a otro mundo por el tiempo que dure la ficha.

Tampoco faltarán locales de tecnología en los que podrás comprar desde el último iPhone con carcasa fluorescente hasta el primer Family Game con juegos de cartucho a los que hay que soplar cuando no cargan. En Akihabara está el adaptador de la portátil del abuelo y las tarjetas de memoria con más capacidad y menos tamaño del mundo.

También veras muchos clientes que no buscan contacto virtual, porque este barrio (de visita obligada en tu pasaje por Tokio, aunque sea solo para mirar) también concentra la mayor variedad de propuestas en torno al deseo sexual: sexshops de hasta ocho pisos, bares en los que las mozas están disfrazadas de mucamas, salas de video con alquiler de material pornográfico, ofertas para dormir la siesta en la falda de una colegiala o ser golpeado por una joven vestida de policía, muñecas inflables, ropa interior usada y, desgraciadamente, también propuestas pedófilas. Cosas muy extrañas que en el centro de Japón son de todos los días.

Shibuya
El cruce Shibuya en Tokio, la intersección más transitada del mundo.

No enloquezcas si ves perros en cochecitos de bebé. Muchos japoneses eligen tener mascotas en lugar de hijos y no es que los niños sobren, sino todo lo contrario: su población decrece y envejece a ritmos que preocupan. Podés cruzarte con un grupo de bailarines que cada domingo rinde tributo a Elvis y se encuentra en un parque para pasar largas horas de baile al ritmo de Presley, del que también copian su forma de vestir.

Mantené la calma aunque esté permitido fumar en restaurantes, bares, discotecas y hasta vagones de tren, pero no lo esté en la vía pública: el combate del tabaquismo no es la prioridad, sino que lo buscado es evitar las quemaduras de cigarrillo cuando se forman aglomeraciones.

Hay tres placeres que te devolverán la paz al final de cada día: el alimento, el alojamiento y las aguas termales. La variedad y calidad gastronómica de Tokio supera la de cualquier país del mundo y la leyenda dice que si probás un plato distinto en cada comida, pasarás varios años en Tokio sin repetir una misma receta. Los hoteles típicos de Japón, llamados «ryokan», están construidos a la manera antigua y tradicional, todos con paredes de cartón y puertas de papel en tonos cálidos, que solamente inspiran tranquilidad. El silencio ayuda y los cuartos sencillos (una mesita, colchones en el piso y nada de sillas) le imprimen espiritualidad a la estadía. Por último, tenés que visitar un «onsen», el baño de aguas termales que se volvió un ícono de Japón, en el que podés quedarte todas las horas que desees sin pagar precios desubicados.

Ya sé, parecen todas locuras pero quédate tranquilo y disfrutá: bienvenido a Tokio.

Nos vemos A la Vuelta!

PD.: si te quedaste con ganas de ver más fotos de Tokio, hacé clic acá.

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